Hola amigos! ¿Qué tal? Esperamos que todo esté bien allá donde estéis.
Nos encontramos en el autobús (sí, sí, haciendo el blog en el bus: somos muy aplicados) dirección la Paz, la capital de Bolivia.
Después de ver el lado Titikaka desde el lado Peruano, volvimos a Puno a dormir. A las 6 de la mañana cogimos el autobús que nos llevó a Copacabana en un trayecto de 3 horas. Justo antes de llegar a nuestro destino tuvimos que pasar por la aduana para salir de Perú y entrar a Bolivia. Fue un trámite sencillo aunque muy lento ya que los funcionarios se lo toman con mucha calma. Antes de pasar la frontera, Perú nos dejó esta bonita estampa...
Al poco llegábamos a Copacabana (donde añadimos una hora al reloj) y paramos para desayunar. Este pequeño pueblo a orillas del Titikaka es el puerto principal de salida de embarcaciones a la Isla del Sol y a la Isla de la Luna. Copacabana, a pesar de que su nombre suene exótico, no tienen nada de interesante. Es básicamente turístico: lleno de restaurantes, sitios de cambio, vendedores ambulantes, tiendas de souvenirs, operadores que te ofrecen tours a cada paso y justo en la orilla del lago hay patinetes a pedales y algún que otro tipo de entretenimiento acuático. Como mucho está el Museo del Poncho (si es que os interesa).
En una de estas "agencias" cambiamos los soles peruanos a bolivianos y de paso compramos los billetes de ferry a la Isla del Sol por 20 bolivianos (3 euros). El puerto está lleno de embarcaciones y tienen una organización un poco caótica a la hora de distribuir a los pasajeros: hasta el último momento no sabes en que barco irás. Además hasta que no se llena el ferry no parte, así que teniendo el horario de 13:30 acabamos saliendo a las 14:00.
El trayecto duró unas 2 horas (haciendo parada en la parte sur de la isla). Nosotros íbamos a la norte (Pachabamba) porque el alojamiento lo teníamos allí.
La Isla del Sol es la isla más grande del lago donde parece que se ha parado el tiempo. Su punto más alto alcanza los 4.075 metros sobre el nivel del mar.
En sus pequeñas comunidades habitadas (hay 3) parece que la vida va en slow motion y la tranquilidad reina en cada rincón. No hay coches, no hay estrés, no hay ruidos. Sus habitantes siguen haciendo su vida de la misma manera que antaño sin que nuestra presencia y la de los demás viajeros parezca alterarlos.
Los habitantes de la isla hablan mayoritariamente el Aymara, a parte del Español. Viven de la agricultura, la artesanía y de la ganadería. Es muy fácil encontrarse cerdos, vacas, burros, gallinas, patos por la calle, en el campo y hasta incluso en la playa bebiendo agua (dulce) y comiendo algas.
Obviamente también viven del turismo, pero parece que sea una actividad reciente. Decimos esto porque da la impresión que el pueblo se encuentra en un momento de adaptación a esta actividad. Si nos fijamos en el tema de los hospedajes por ejemplo, parece que los hemos pillado a medio hacer. La mayoría de casas no están pintadas, ni acabadas. Lo que se ofrece es muy básico, pero es verdad que en un lugar así tampoco se necesita mucho más.
(no nos hemos colado en una obra no: este es nuestro hostal)
La propietaria del hostal nos vino a buscar al puerto (cosa que no esperábamos) y nos acompañó al hostal que, como hemos dicho, no era nada del otro mundo, pero tenía unas vistas espectaculares al lago. ¿Cuándo por 15 euros se puede disfrutar de una habitación con vistas como estas?
En la Isla del Sol se pueden hacer básicamente dos cosas: descansar (relajarse, tomar el sol, meditar, buscarse a uno mismo) o perderse por los distintos itinerarios que ofrece la isla. Nosotros empezamos con uno de 2 horas (ida y vuelta) por la zona norte de la isla hasta llegar a unas ruinas de Chinkana (pagando 10 soles de entrada). Durante el recorrido (que es bastante fácil de hacer) pudimos ver pequeñas calitas de agua clara, las montañas nevadas al fondo y el lago en todo su esplendor.
(el contraste con las montañas nevadas de los Andes al fondo nos encantó)
De vuelta al pueblo ya atardecía, así que fuimos a cenar y a descansar pronto, que estábamos cansados del madrugón y del trajín de día.
Hoy nos hemos despertado con el sol entrando por la ventana y el continua cantar de los gallos. Como nos hemos levantado con energía, a las 8 nos hemos ido a hace otra caminata, esta vez por otro camino que lleva a la parte Sur de la isla.
A la hora hemos parado para desyunar en una playa desierta en la que sólo nos ha acompañado el rumor de las olas y algún que otro perro que nos ha venido a saludar en busca de comida.
(toda pa' nosotros)
(ñam ñam, un desyuno bien completo!)
(esta isla da para admirarla una y otra vez)
Hemos hecho el camino de vuelta disfrutando de unas vistas fantásticas y en tiempo que nos ha quedado hasta la hora del ferry nos hemos pegado una ducha y le hemos pedido a la dueña del hostal si podían alquilar barquitas. Nos ha dicho que ella tenía una y que nos la dejaba y a los 5 minutos ha aparecido un niño de 10 años remando hacia nuestra orilla con un dominio extraordinario de los remos.
Hemos estado una horita navegando por el lago, en lo que ha quedado claro que a algunos se les da mejor el remo que a otros jaja.
Luego nos hemos dirigido al puerto y allí hemos comido algo mientras esperábamos al ferry que nos ha devuelto a Copacabana. Hay tres horarios a lo largo del día 8:30, 10:30 y 13:30. Nosotros hemos cogido el último para aprovechar mejor la isla.
La verdad es que después de haber visitado islas del Lago Titikaka desde los dos paises (Perú y Bolivia) sin duda nos quedamos con la Isla del Sol, en Bolivia. Es mucho más auténtica y menos turística. Seguramente de aquí a unos años la afluencia de visitante será mayor, pero de momento es un lugar en el que perderse uno o dos días en busca de la máxima tranquilidad, bellos paisajes y un modo de vida que se mantiene inalterado.
Una vez en Copacabana, hemos cogido un autobús dirección la Paz. Salen muy a menudo tanto mini vans (colectivos) y autocares grandes. Por 30 bolivianos (4 euros) hemos cogido un autobús (para poder ir un poco más cómodos) ya que nos esperaban 3 horas de viaje (o eso pensábamos nosotros).
El viaje en autobús ha resultado ser surrealista. Las 3 horas han sido 5 finalmente. Lo primero que nos ha sorprendido es que a medio camino el conductor dice que nos tenemos que bajar todos y para sorpresa nuestra hemos tenido que ir a comprar un boleto de 2 bolivianos que nos permitía cruzar el estrecho de Tiquina (con el que no contábamos) y luego esperar a que el autocar hiciera lo mismo. El cruce de barcos de pasajeros y barcazas de coches está sumamente organizado aunque aparente un caos total.
(ahí llega nuestro bus)
Después resulta que una carretera que se se supone que es principal (pues lleva a la capital) se encuentra en un estado precario en unos 100 kilómetros de caminos de piedra polvorientos. Nos hemos encontrado unas caravanas de coches kilométricas que nuestro conductor ha decidido saltarse a la torera adelantando decenas de coche por el carril contrario a la que, cuando venía algún coche de cara, tenía que hacer alguna maniobra rápida y peligrosa. La gente chillaba cada vez que el bus se tambaleaba y gritaban al conductor de todo menos bonito. Vamos, todo un panorama
Para colmo unos pasajeros llevaban cahorros y uno de ellos se ha cagado en medio del pasillo y ha sido peor que una bomba fétida... todos abriendo ventanas y riendo (aunque gracia gracia tampoco hacía).
Total, que hemos llegado a la Paz de noche, alrededor de las 21:00 y por suerte el autobús nos ha dejado cerca del hotel, al que hemos ido rápido porque nos han dicho que la zona no era la más buena. Pero en definitiva, todo bien. Hemos intentado buscar algún sitio donde cenar y no ha habido mucha suerte porque estaba todo casi cerrado. Carlos y Kike se han cogido una burger en un quiosco ambulante y esto es todo en nuestra rocambolesca llegada a La Paz.
Aunque la primera impresión no ha sido estupenda, estamos seguros de que esta ciudad también tiene su encanto. Nos vamos a dormir que mañana nos espera un día intenso descubriendo La Paz.
Un saludo grande a todos!
Cariños, buenas, estoy leyendo el bloc esta mañana y en este viajes estais aprendiendo tantas formas de vivir que creo que es bueno para todos, las vistas son espectaculares pero mucho autobus, descansar tambien un poco, menos mal que las comidas son buenas. Bueno cuidaros y seguir disfrutando, que bien que bonito todo, hos quiero besos Mam
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